Como ves, me he decidido a escribir y reflexionar sobre un tema tan profundo y ‘grande’ como El Sentido de la vida. Lo hago, primero como siempre, porque ahora mismo es con lo que estoy más en conexión. Y segundo, porque me doy cuenta que la mayoría de las personas de mi alrededor (no solo los pacientes) están muy desconectados del sentido de su vida, me da la sensación que viven como ‘zombies’. Justamente, una de las finalidades de la psicoterapia, a mi parecer, es la de favorecer que el paciente conecte con su sentido de la vida. No es que la terapia aporta un sentido, sino que más bien desbloqueamos asuntos enquistados, ‘gafas ’y creencias limitantes, con la finalidad de que la persona vaya reequilibrándose y poniéndose más a favor de su propio sentido de la vida. Pero ¿qué es el sentido de la vida y qué implica? En las siguientes líneas voy a permitirme reflexionar sobre este asunto tan trascendental para dar un poco de luz.
Vivir plenamente cada momento
Para mí, que la vida tenga un sentido tiene que ver con permitirse vivir plenamente cada momento. Sea este de alegría, de tristeza, de dolor, de amor… Ojo, no estoy diciendo que el sentido de la vida sea ir en búsqueda de ‘emociones fuertes’ y de gran intensidad. Me parece que el sentido de la vida se encuentra si en cada momento me abro de corazón a experimentar lo que la vida me trae, soltándolo cuando ya ha pasado. Pensemos en cualquier animalillo de la naturaleza, ¿Cuál es el sentido de su vida? Pues justamente hacer lo que le corresponde, si es un pájaro, volar, cantar, alimentarse de frutas, reproducirse. El pájaro no piensa que es lo que toca, el simplemente hace siguiendo su instinto y no se queda enganchado sólo a la comida, o solo al canto, si no que va fluyendo. El sentido de la vida es pues disfrutar y desarrollar los dones y capacidades naturales que cada uno tenemos.
Para no sufrir tampoco vivimos plenamente
El problema que tenemos los seres humanos es que nuestro contacto con nuestro fuero interno está muy bloqueado de miedos y defensas del pasado para no ‘dolernos’. Porque de pequeños aprendimos que si nos abrimos de verdad a lo que sentimos y nos dejamos llevar por eso, podíamos salir lastimados. El estar en contacto con uno mismo también supone estarlo con el dolor de vivencias duras y desagradables. Entonces nos cerramos a vivir plenamente, para no sentir, nos desconectamos y tenemos que buscar otras fuentes que no mantengan entretenidos, y nos hagan sentir que nuestra vida tiene un sentido. Dejamos de brillar con toda nuestro potencial por no querer pasar por el dolor inherente al vivir. Tened en cuenta que el que se cierra al dolor, se cierra al gozo profundo, no nos podemos cerrar y abrirnos selectivamente, si cerramos las compuertas, se cierran para todo.
Los pseudoplaceres y pseudosentidos de la vida
Muchos de nosotros nos pasamos la vida intentando ser el mejor, ayudar a todo el mundo (y ser queridos y admirados por ello) o simplemente tener un coche último modelo, salir de fiesta, comer a tutiplén, tener aventuras sexuales apasionadas, viajar, tener experiencias intensas con drogas, puenting, tener pareja,… Incluso hay personas que creen que el sufrir en su vida es lo que les da sentido. Sin embargo, todas estas son maneras de intentar llenar el vacío que sentimos de la desconexión con nosotros mismos, de no tener una vida plena por dentro, de no desarrollar nuestros dones y brillar como hemos venido a hacer. Así no nos permitimos sentir la intimidad verdadera con nosotros mismos y, por ende, con el otro.
Llenar el vacío de uno mismo y cultivar los dones
Lo que siento que para mí es cierto que nadie ni nada de fuera va a llenar ese vacío. Solo nosotros nos podemos llenar de nosotros mismos, podemos rehabitarnos y abrirnos a lo que la vida nos trae. Y esto supone el contacto con el dolor (no el regodearnos con el sufrimiento, que es lo que solemos hacer), el dolor de las pérdidas vividas, de que la vida no es perfecta ni justa, nuestros padres no lo fueron, nosotros tampoco lo somos. Cuanto más plenamente sostengamos lo que nos ocurre, más contacto tendremos con lo que sí que hay en nuestra vida. Más llenos nos sentiremos, y también más contacto tendremos con nuestros dones y cualidades, y podremos cultivarlos y alimentarlos. Así irán creciendo y nos iremos desarrollando como personas, en consonancia con la vida. ¡Recuerda! si acallas el dolor también acallas el placer de verdad, el placer por vivir, por sentir en conexión contigo, con lo que hay, con el otro. En una vida plena, hay dolor, que se vive y se pasa y hay placer, hay crecimiento y desarrollo, hay satisfacción, hay fluir, hay mirar y tomar a la vida como viene ¡Este es para mí el verdadero sentido de la vida!
Que fácil parece así explicado! Y que complicado resulta llevarlo a la práctica. «Rehabitarse» que palabra más bonita. Debe ser una gran sensación de plenitud «sentirse en casa» en uno mismo.
Gracias por tus reflexiones