De normal pensamos que acude a terapia la persona que está “peor”, es decir, que está más desequilibrada. En mi experiencia, puedo afirmar que suele ser al contrario, suele venir la persona que tiene una conciencia de que algo va mal en su vida y quiere mejorarlo. Es decir, generalmente son personas con cierta conciencia de su malestar y con ganas de salir de estos caminos sin salida en los que se han metido. Es decir, no va a terapia el más loco, sino el más consciente de sí mismo y el que apuesta por el crecimiento.
La frecuencia ideal, sobre todo al principio, es de una sesión semanal. Más tarde conforme la persona lo va necesitando, el paciente puede venir cada dos semanas o incluso cada 3. Si se dilata más tiempo mi experiencia es que el proceso no funciona.
Las sesiones duran entre 50 y 60 minutos (la primera sesión de evaluación suele durar más).
Esto siempre depende de las necesidades del paciente y del ritmo de su propio proceso personal. Es decir, hay personas que solo buscan una pequeña ayuda puntual en un tema muy concreto, por lo que es posible que en dos o tres meses pueda estar más o menos solucionado. Y otras en cambio, buscan sanar asuntos y dinámicas instauradas desde hace mucho tiempo, para esto se requiere un proceso más lento y más cuidadoso. Porque algo que lleva instaurado muchos años no se puede afrontar en unas pocas sesiones.
La terapia es una herramienta muy importante para poder tomar conciencia de nosotros mismos y de cómo afrontar nuestros conflictos internos y externos. Como terapeuta he tenido el privilegio de contemplar como mis pacientes van realizando ese camino de sanación, en el que van introduciendo nuevos matices a su vida. La persona se va sintiendo «menos atrapada» por sus dinámicas recurrentes, más ligera, con mayor sensación de paz, de conexión con ella misma, con sus necesidades y deseos. Las relaciones personales también van cambiando, porque varia como nos posicionamos frente al otro. Y todo esto de manera progresiva generalmente, son como cambios en la manera de sentir que van haciendo «un mundo».
La eficacia de ésta depende en primer lugar de la motivación del paciente, es decir, un paciente con auténticas ganas de sanar, sanará (si el terapeuta no le acompaña buscará otro).
Depende también del terapeuta y del vínculo que se establezca entre paciente y terapeuta. Porque si el paciente no puede abrirse y confiar en su terapeuta, y esto no se aborda, la terapia está condenada a ser estéril.
Para que una terapia sea eficaz, el paciente ha de “movilizarse”, ha de caminar por lugares no transitados hasta el momento, y esto implica atravesar miedos, dolores y heridas.
La función del terapeuta es acompañar al paciente en su camino de crecimiento. Es decir, es un acompañante en su proceso, no es alguien que lo coge de la mano y lo lleva dónde él considera que tiene que ir. Por lo tanto, el terapeuta ha de ser alguien muy trabajado internamente, que haya realizado un proceso profundo de psicoterapia (algunos autores cifran un mínimo de 10 años), porque nadie puede acompañar a otro más lejos de dónde ha llegado. Es decir, ¿cómo puedo ayudarte yo y acompañarte a enfrentarte con tus miedos si yo no me he enfrentado a los míos? ¿Cómo puedo crear un entorno de confianza y empatía, si yo no he aprendido que quererme a mi mism@?
Un terapeuta poco trabajado interiormente es un peligro en la terapia ya que estará proyectando en el paciente sus miedos, inseguridades, cabreos de su vida sin conciencia de ello, porque NO SE CONOCE, y no es consciente de que lo está haciendo.
CONFIANZA, empoderamiento y capacidad para afrontar conflictos y devenires de la vida
ALEGRÍA, más energía y capacidad de disfrute: vivir el placer, lo agradable, de saborear cada momento.
TRANQUILIDAD, paz, serenidad: una vida centrada en el presente, ligera, sin ansiedad, exceso de preocupaciones ni tanta carga del pasado. Soltando arrepentimientos, heridas pasadas, traumas, temas que siguen sin resolver.
BUENAS RELACIONES con otras personas (pareja, familia, trabajo, amistades), comunicándote mejor, poniéndo límites y aprendiendo a dar y recibir de manera cuidadosa contigo y con la otra persona.
MOTIVACIÓN Y SENTIDO A TU VIDA. Mayor Conciencia de tí, no sólo de que te ocurre sino de qué caminos has de atravesar para ir dónde sientes que has de estar.
SATISFACCIÓN Y VALORACIÓN de tí, de la vida, de tus relaciones, con una vida más plena y satisfactoria