La compulsión a la comida está a la orden del día en nuestra sociedad. Muy raro es quién más o quién menos no la ha experimentado alguna vez. Y para no poca gente es una constante en su vida, a veces en el día a día, otras como manera recurrente en determinadas ocasiones. Es decir, no es propia únicamente de personas con un trastorno alimentario grave, sino de casi todos nosotros. Sin embargo, casi nadie nos planteamos como afrontarla de manera exitosa. Nos solemos dedicar a ignorarla, o hacer dietas estrictas (que generalmente acaban acrecentándola), pero pocos nos dedicamos a explorarla, a ver qué es lo que realmente la puede estar causando. Porque aunque no lo sepas o no seas consciente, esta compulsión no viene de la “nada”, ahí detrás hay factores que la están causando y alimentado. Aquí hablaré de los que yo considero más importantes:
Dificultad para escuchar, sostener y manejar emociones
Es curioso que la mayoría de las personas, a la compulsión alimentaria la llamen ansiedad o ansia por los alimentos. Esto nos dice que hay un estado emocional que no se logra identificar y que lleva a comer compulsivamente. Generalmente, somos tan fóbicos a nuestro sentir, a nuestros sentimientos, que preferimos taparlos comiendo o haciendo alguna otra actividad. No nos permitimos sentir y vivir lo que nos pasa, es demasiado molesto para nosotros; es más, ni siquiera sabemos cómo hacerlo y muchas veces ni siquiera tenemos la más mínima conciencia de que nos pase algo.
No disfrutar de la comida
Aunque parezca mentira, las personas con compulsión alimentaria no disfrutan verdaderamente de las comidas que realizan. Sin embargo, la comida en sí, como cualquier otra necesidad básica, tiene que ser por naturaleza un momento de placer. Si este disfrute no se da, si la persona vive este momento de comer “sin pena ni gloria”, es mucho más fácil que se produzca la compulsión, ya que el organismo y la mente no tienen la sensación de haber comido, de haber tenido un espacio para ello. Resulta gráfico hacer la analogía con el sexo, si lo tenemos de manera mecánica, no nos sacia, no nos llena ¿verdad? Pues bien, esto es el “pan da cada día” en personas con una vida muy “ocupada”, donde el hecho de comer es concebido como una pérdida de tiempo, como un mero trámite rutinario. Así de este extremo pueden pasar muy fácilmente a episodios de descontrol alimentario o de tener la comida siempre en mente.
Prohibiciones alimentarias y exigencias
Otra manera de dejar de disfrutar comiendo es prohibiéndose un determinado tipo de comida con las llamadas dietas (estrictas) o regímenes. La comida deja de ser un espacio agradable para ser un espacio de privación, dónde lo que prevalece es el miedo a “caer en la tentación”, a “portarse mal”, a “pecar”… ¿Te suenan estas expresiones? Me sorprende que no sólo la población general, si no gran parte profesionales sanitarios no tengan en cuenta que cuanto más uno se prohíbe, más ganas tiene de eso prohibido. Y es que la frase de “No pienses en un elefante rosa”, se cumple a la perfección en la comida.
Descuido de un@ mism@
La compulsión alimentaria es en muchos casos un reflejo de un descuido muy importante hacia un@ mism@. De una dificultad para cuidarse, para tratarse bien y proporcionarse buenos alimentos y disfrutar de ellos. La compulsión alimentaria se puede convertir en una manera de flagelarse a un@, de hacerse daño de manera inconsciente. Esto es así, porque únicamente cuidamos aquello que valoramos, que apreciamos. Y si de alguna manera, internamente no consideramos que nosotros mismos somos merecedores de cuidado, de valía; lo más probable es que comamos cualquier cosa, rápidamente, mal y encima después nos sintamos culpables por ello (“y así nos demos más con el látigo”). Porque que mejor manera de hundir nuestra autoestima que con la sensación de descontrol que nos produce la compulsión alimentaria; y además favoreciendo que nuestro cuerpo esté cada vez este más pesado, menos saludable, y por qué no, también menos bonito y atractivo.
Adicción y vacíos internos
Finalmente, otro punto interesante es que con la comida llenamos vacíos internos, de los que generalmente solemos desconocer hasta su existencia. Pero sí que somos conscientes de sus consecuencias: No poder parar de comer, no poder prescindir del dulce, de la pizza, del pan, del chocolate, de los refrescos…; estar siempre pensando en comida, etc. He oído en consulta muchas veces la expresión no hay manera de llenarme; nunca me siento llen@; no me sacio, no sé parar, vivo para comer; está tan bueno que no puedo parar de comer y comer, etc. A mí, estas frases y otras muchas más, me conectan con vacíos internos que la persona intenta llenar a través de la comida, pero al igual que pasa con el resto de adicciones, la persona nunca consigue saciar del todo. Puede que sí momentáneamente, pero al poco vuelve a aparecer el mismo vacío, la misma necesidad irrefrenable e irrenunciable. Esto es así porque estamos errando el foco, volcamos en la comida lo que realmente no es de la comida. No podemos llenar un vacío de amor, cuidado, protección, arrope, seguridad… con comida, ni fumando, bebiendo, con sexo, con drogas, con la TV, videojuegos…
Como espero habrás podido comprobar, si tratamos la compulsión alimentaria únicamente con restricción de comida y prohibiciones, aparte de estar alimentándola, estamos desviando el foco y no estamos observando lo que realmente ocurre. Es decir, miramos la punta del iceberg y no tenemos en cuenta el resto. Espero que este artículo te haya servido para poder reflexionar que detrás de la compulsión alimentaria puede haber todo “un mundo sumergido”, ahí esperando ser descubierto y atendido.